Mi amiga de la universidad lleva a su bebé a la última
clase. Todos pasamos el tiempo tratando de hacerlo reír y apretándole los cachetes.
Abre la pañalera y saca un vaso con tapa en forma de cabeza de Mickey Mouse y se lo da a su hijo. Así que sin dudarlo, me apodero
del vaso y con voz de niño caprichoso (la misma que tuve casi toda mi infancia), le
pido a mi amiga que me lo regale. Ella al principio se negó, obviamente, pero minutos
después cedió a mi gran poder de convencimiento. Le prometí darle uno más bonito. Si se preguntan qué hizo el bebé luego que le quitara el vaso de las manos, les cuento que lloró un poco. Media hora aproximadamente, nada más. Debo reconocer que al comienzo vi muy difícil quedarme con el preciado objeto, sobre todo cuando el niño lo veía con ganas de arrebatármelo. Pero, ¿qué hay fácil en esta vida? Un agente del servicio
secreto estadounidense creyó saberlo en Cartagena pero ya saben lo que pasó
después.
Algunas veces sentimos que nuestra vida anda bien. Otras, no
tanto. Pero cuando las cosas están lo
peor posible, deseamos mandar todo irremediablemente al carajo. Al nacer nadie
nos aseguró que la vida iba a ser una maravilla. Tampoco un desastre. Todo puede
llegar a ser fácil o difícil. O las dos.
Los primeros años de nuestra vida eran simplicidad pura. No
había nada difícil. Nos preocupaba tener
la colección de juguetes del cereal y sintonizar el televisor a la hora
correcta para ver los muñequitos. Pero no era solo felicidad en la niñez,
porque en ocasiones corrimos como Michael Johnson para huir de los perros
rabiosos o de las chancletas voladoras. Teníamos pesadillas con el cable de
plancha y lo peor, nuestras mamás nos presentaban unas amigas ingratas: las
planas.
En la primaria todo era fácil siempre que no escucháramos la
palabra “dictado” o el típico “pase al frente”. El problema en clase era tratar
de copiar lo que estaba en el tablero antes que el profesor tuviera el impulso
repentino de borrarlo todo. Luego, era un caos encontrar alguien en el salón que
prestara los apuntes sin pedir a cambio un refresco o una empanada. En secundaria, preferir
entrar a la clase de ética en vez de
jugar un buen partido de fútbol con arcos hechos de maletas era sinónimo de lambonería
o cobardía en su máxima expresión, o una mezcla de ambas. La entrega de notas
era como una ejecución y la mamá con cara de boxeador defendiendo el título
mundial, el verdugo. Lo fácil era saltar el muro para escapar del colegio. No,
mentiras. Eso también era difícil.
La educación superior es un mundo en el que nos va como
queramos. Ser dedicados en la academia y obtener buenas calificaciones brinda beneficios
como intercambios o empleos al interior de la universidad. En cambio, si la
idea es llegar tres horas tarde a una clase de dos, entregar trabajos
asesorados exclusivamente por Wikipedia o rezar todas las oraciones existentes
para obtener un 3.0 de calificación final, lo más seguro es que el futuro
inmediato no sea el más prometedor ya
que solamente se podría aspirar a ser miembro de la Policía. Fácil, ¿no?
En el amor todo va a ser difícil. De hecho, lo único fácil
en este ámbito es… Olviden el asunto.
Su jefe lo felicita por
lograr para la compañía el éxito empresarial del año y le da un bono económico
muy bueno por ello. Su secretaría es eficiente y amable pero no lo suficientemente
sensual para arruinar el matrimonio. Sus compañeros de trabajo lo invitan a
almorzar seguido y lo llevan en carro a casa. Mejor panorama no puede existir. Aunque también puede pasar que… Miles de
citaciones a reuniones interesantezzZzzzZzz, papeles acumulados en el
escritorio, teléfonos timbrando todo el santo día, hacen de la vida de oficina algo
muy difícil si usted así lo desea. Fácil es ser despedido.
Podría continuar escribiendo más situaciones pero en este
instante ya no es tan fácil. Se me acaban los ejemplos.
Lo importante de todo esto es que hay que ser conscientes de
que todo en esta vida tiene su dificultad. Ser exitosos depende de nuestro
esfuerzo y perseverancia y de afrontar el día a día con la mayor
responsabilidad posible.
Por eso, recuerden bien… No todo en esta vida es tan fácil
como quitarle un vaso de Mickey a un niño.
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